Pero también es cierto que durante el último período de tiempo en el que nos tratamos, ella fue muy posesiva, celosa e histérica. Amor significa dinero. Si yo no gasto determinada suma en ella, entonces no lo vale. La belleza causa obsesión. Si yo no estoy locamente enamorada de ella (y sin embargo, citándola ando detrás de una/s puta/s que me tratan para la merde) es porque no es atractiva. Casi peor que si la hubiera insultado. *suspira* Nunca pude desestructurar esa clase de conceptos porque los tenía arraigados, gracias a sus queridísimos padres burgueses despreocupados, que la abandonaban emocionalmente porque era gorda y tonta, para luego darle dinero e invitarle a que se perdiera. Por favor. Se crispan mis manos de solo pensar en eso.
Cuando duermo boca arriba (según Beatriz son desdoblamientos, también un par de conocidos parapsicólogos que tuve lo afirmarían, pero estoy al tanto de que si fuera tal cosa, a estas alturas tendría cierto control sobre los episodios e incluso podría autoinducirlos. He fallado cuando lo he intentado, aunque lo hice abierta a todas las posibilidades. Sin embargo, no descarto el que puede que suceda cuando estoy inconsciente, pero de última, siempre pienso en esto como algo que puede suceder, sin que sea lo más probable, así que nunca me verán/leerán decir en serio que me desdoblo) a menudo sueño que estoy dormida en una habitación o a punto de despertar en un lugar, con la misma posición adoptada antes de abandonar la vigilia, pero el aspecto del ambiente difiere. A veces está borroso o empañado, cubierto por aros de fuego, extremadamente oscuro (Lena tiene pánico a la oscuridad y suda frío cuando se encuentra sumida en ella, pero esos sueños no la enloquecen ni más ni menos que los otros) o (como hace unas horas, durante la tarde) salpicado de una bruma azul que se respira con pesadez caliente.
Esa bruma me había hecho débil.Alguien venía a buscarme. Él o ella era temible y para colmo de males, yo sabía que lo que fuera que viniera a hacerme (hecho o hecha una furia) definitivamente lo merecía. Pero como dice Julieta Venegas en esa canción mundana que pasan tanto por la radio que ya hasta me parece simpática y con un dejo de sentido: No quería recibir nada de parte de él o ella. Estaba al tanto de que era un sueño. Allí, yo era toda azul. Me dije que el dolor podría ayudarme a despertar después de gritar hacia dentro de mi garganta para hacerlo, sin éxito. Pero mi cuerpo era muy pesado. Me costaba respirar y arrastrarme sobre la cama. Me dí cuenta de que si caía desde la distancia que me separaba del piso, me quebraría. Y creí que dolería mucho. Pero cada vez que estaba convencida de que me había caído, de que estaba muerta en el sueño y viva en la vigilia, dirigiéndome hacia la puerta de mi habitación, la abría para descubrir que no era la realidad, que amenazaba con comerme un inmenso hoyo negro repleto de alimañas sin forma. Cuando intentaba volver a la cama, debía arrastrarme y debajo de la misma estaba lleno de ojos y garras.
Sentía culpa por él o ella. Lo/la deseaba de manera carnal, pero sabía también que su abrazo, por muy placentero que fuera, destruía. Me dije que no era el momento. Me deshice en humo y me fui hasta la ventana. Desde allí me arrojé de cabeza al suelo. Luego volví a la cama e hice el intento, de rodillas. Finalmente me quebré: como si mis piernas estuvieran hechas porcelana o madera. Desperté más cansada que cuando me fui a dormir. Tuve que comer algo y obligarme a estar delante del ordenador para no dormirme, convencida de que regresaría a ese cuarto azul que no tenía nada que envidiarle al del videoclip de Birthday massacre.
Cuando duermo boca arriba (según Beatriz son desdoblamientos, también un par de conocidos parapsicólogos que tuve lo afirmarían, pero estoy al tanto de que si fuera tal cosa, a estas alturas tendría cierto control sobre los episodios e incluso podría autoinducirlos. He fallado cuando lo he intentado, aunque lo hice abierta a todas las posibilidades. Sin embargo, no descarto el que puede que suceda cuando estoy inconsciente, pero de última, siempre pienso en esto como algo que puede suceder, sin que sea lo más probable, así que nunca me verán/leerán decir en serio que me desdoblo) a menudo sueño que estoy dormida en una habitación o a punto de despertar en un lugar, con la misma posición adoptada antes de abandonar la vigilia, pero el aspecto del ambiente difiere. A veces está borroso o empañado, cubierto por aros de fuego, extremadamente oscuro (Lena tiene pánico a la oscuridad y suda frío cuando se encuentra sumida en ella, pero esos sueños no la enloquecen ni más ni menos que los otros) o (como hace unas horas, durante la tarde) salpicado de una bruma azul que se respira con pesadez caliente.
Esa bruma me había hecho débil.Alguien venía a buscarme. Él o ella era temible y para colmo de males, yo sabía que lo que fuera que viniera a hacerme (hecho o hecha una furia) definitivamente lo merecía. Pero como dice Julieta Venegas en esa canción mundana que pasan tanto por la radio que ya hasta me parece simpática y con un dejo de sentido: No quería recibir nada de parte de él o ella. Estaba al tanto de que era un sueño. Allí, yo era toda azul. Me dije que el dolor podría ayudarme a despertar después de gritar hacia dentro de mi garganta para hacerlo, sin éxito. Pero mi cuerpo era muy pesado. Me costaba respirar y arrastrarme sobre la cama. Me dí cuenta de que si caía desde la distancia que me separaba del piso, me quebraría. Y creí que dolería mucho. Pero cada vez que estaba convencida de que me había caído, de que estaba muerta en el sueño y viva en la vigilia, dirigiéndome hacia la puerta de mi habitación, la abría para descubrir que no era la realidad, que amenazaba con comerme un inmenso hoyo negro repleto de alimañas sin forma. Cuando intentaba volver a la cama, debía arrastrarme y debajo de la misma estaba lleno de ojos y garras.
Sentía culpa por él o ella. Lo/la deseaba de manera carnal, pero sabía también que su abrazo, por muy placentero que fuera, destruía. Me dije que no era el momento. Me deshice en humo y me fui hasta la ventana. Desde allí me arrojé de cabeza al suelo. Luego volví a la cama e hice el intento, de rodillas. Finalmente me quebré: como si mis piernas estuvieran hechas porcelana o madera. Desperté más cansada que cuando me fui a dormir. Tuve que comer algo y obligarme a estar delante del ordenador para no dormirme, convencida de que regresaría a ese cuarto azul que no tenía nada que envidiarle al del videoclip de Birthday massacre.