thecatintherye: (Default)
Lena ([personal profile] thecatintherye) wrote2008-11-23 02:47 am

(no subject)

Título: El dejo de tu perfume en la lluvia. Capítulo XIII.
Fandom: D-gray man
Género: Romance/Tragedia
Pareja/Personaje: Kanda Yuu/Linalí Lee.
Fragmento: Él ponía énfasis en que no moriría hasta encontrar a alguien con quien compartir su vida. Esa persona era ella…
Rating: PG-13.
Sobre los capítulos anteriores: Ahora me refiero a Rinalí como “Linalí” porque de leer otros fanfics se me he pegado la “L”, cosa que probablemente no pase NUNCA con Rabi. Ignoro los motivos concisos.
Advertencia: Trata de hacer una excepción si eres muy quisquilloso en lo que a datos históricos y geográficos refiere. Es un siglo XIX imaginario y la autora es medio fail “haciendo la tarea”. De todos modos, las sugerencias y crítica de cualquier índole, son bien recibidas.

Almorzaron en una posada. Linalí decidió que no deseaba lucir embarazada. Vino a su mente el gran maltrato que recibiera cuando niña en la Orden. ¿Qué pasaría si la obligaban a quedarse? ¿Esperaría a que viniera su hermano a recogerla?¿Realmente él sería capaz de hacer todo ese trayecto por su causa? La primera vez, había tardado seis años en encontrarla de nuevo. En cambio, Kanda jamás le decepcionó en el pasado. Más allá de que no respondiera a sus sentimientos como dictaran las historias llenas de príncipes y princesas rescatadas (buena parte inventadas, o al menos, las narradas por Rabi, así que su credibilidad muy alta no era…Desde el momento en el cual, Lina no tuvo que pasar todo un año en cama, con un pañuelo en las manos y unas cuantas doncellas peinándole el cabello, casi sumida en la inconsciencia a causa del inmenso dolor que el recibir la masculinidad de su esposo le hubiera causado, ella dio por sentado que al menos un 99,9 % de sus cuentos eran patrañas), no la dejó sola nunca en ese entonces, cuando niños, ni ahora, ya casados. Él ponía énfasis en que no moriría hasta encontrar a alguien con quien compartir su vida. Esa persona era ella (Linalí perdía el aliento aún, pues la situación le seguía sabiendo demasiado fuerte a su joven paladar, desacostumbrado casi por completo a las cuestiones amorosas, más allá de las ensoñaciones y los relatos que oía tan gustosa en un pasado no tan lejano como se figuraba) y debía encargarse de acompañarle tanto como le fuese posible. Si su esposo había esperado tanto, era injusto permitir que se alejara del mundo tan temprano.
Ya con un vestido nuevo (demasiado holgado para su gusto), pidió a Yuu Kanda que le acompañara al mercado a curiosear mientras los preparativos se llevaban a cabo. Reflexionó que no debía sentirse culpable por los ciudadanos, o pondría a su esposo de mal humor.
En lo que respectaba a Kanda Yuu: Él había sido educado por un artista, luego de quedar huérfano. Era cortante, porque ese debía ser el temple de un samurai. Su orgullo le impidió hasta ese momento, iniciar relaciones que sobrepasaran el amanecer. El desamor era una sensación a la que estaba acostumbrado. Casi venía pegada de lo que podía llamarse “atracción” y/o “afecto” hacia cada persona con la que intimaba.
No le era menos ajeno que a ella esos locales tan cercanos los unos de los otros, pequeños y repletos de curiosidades que llenaban sus ojos a plena luz de ese día lluvioso.
Le gustaba la vida que llevaba en la Orden. Pero siempre se sentía dividido por la añoranza hacia su otra orilla. Si estaba en medio de una misión, buscaba regresar. Viceversa. Siempre ansioso, en un margen de su corazón.
El olvido era una trampa que no servía en su caso. Él no luchaba una especial venganza contra los Akumas. Simplemente se limitaba a hacer su trabajo con espíritu frívolo, satisfecho de obtener una recompensa que consideraba justa.
Hasta la hora de la cena recorrieron la ciudad y a disgusto de la tripulación, se lanzaron hacia el mar, con una tormenta a punto de arreciarlos.
La cubierta se llenaba de agua y amenazaba con arrojar a los marineros a la mar, cada vez que el inmenso carguero viraba violentamente.
Kanda Yuu había olvidado su posición como soldado de la Orden Oscura y ayudaba con las tareas de los hombres abordo, tras un bufido y unas cuantas quejas frías.
Linalí se encerró en su camarote, acariciándose el vientre y mirando con fijeza una reproducción barata de una pintura en la cual dos niños pequeños se tomaban de las manos bajo un sauce llorón, en un día de verano lluvioso, con pescadores húmedos y frutas a sus pies descalzos.La sola visión hacía que sus ojos se llenaran de lágrimas.
Entonces comenzó el dolor nuevamente. No se sorprendió. Aunque no estaba acostumbrada todavía, comenzaba a tomar consciencia de su situación delicada. Los primeros malestares considerables la sobrellevaron durante su viaje hacia la costa, a pesar de que ya era frecuente cuando arribaron en el palacio de Baku Chang. Nauseas, eso lo esperaba. Pero no que le impidiera cantar arias para Fou, la deidad ancestral a la que conociera siendo una niña.
-El cuerpo humano es una porquería. No perdona ni a Exorcistas.-Pareció regañarle, con su forma de chica de baja estatura, arqueando sus cejas de yeso.
Kanda Yuu la encontró casi dormida frente a un mapa del océano Pacífico, con una vela derramando cera en la manga de su amplio vestido para el descanso.
Obligó a su cuerpo con un último esfuerzo (porque era lo que le correspondía a un hombre en tal situación, al menos en lo que respectaba a su mujer) para cargarla hasta la cama matrimonial, que estaba asegurada por tubos de hierro a la pared. Aunque encontraba su respiración cálida, tentadora y los primeros botones de su camisón desabrochados, invitándole a un encuentro conyugal (perfectamente legal a esas alturas), se sentía sucumbir y por momentos, el cuarto alumbrado por las velas titilaba en sus ojos, se duplicaba y esfumaba en la noche sobre el mar. Se acostó junto a su joven esposa, a penas rosando su cabello derramado en la almohada y se dejó ir a la inconsciencia.
No despertaron hasta nueve horas más tarde. El resto de la tripulación creía inadecuado tocar a la puerta de su camarote.


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